ACTA DIURNA
Primera escena: Los mexicanos parecemos envueltos en una película de ciencia ficción. Estamos envueltos en la penúltima fase de alerta sanitaria. El sector público y privado ha tomado las medidas preventivas ante la posible pandemia. Las áreas que sólo labora son las operativas, seguridad y salud.
El festejo del Día del Niño fue censurado por el virus. La influenza porcina les regalo a los niños la presencia de sus padres, pues la mayoría no está en sus puestos de trabajo, sino descansando por decreto al lado de su familia –ese es un pro, pero los contras, son incontables-.
Hoy los niños no presumen sus juguetes en la calle, respingan del cubrebocas que les obligó a ponerse la mamá, el papá o los abuelos. “Es por tu bien”, les dicen. Los pequeños extrañan sus pelotas y sus carros; las niñas reclaman sus muñecas.
Son escenas tristes… un grupo de pop mexicano llamado “Mana”, bien lo escribió en una de sus canciones: “Dónde diablos jugarán…” En las casas. No hay más.
Segunda escena: La influenza porcina no es un distractor, aunque al principio lo parecía. Son muchos los gobiernos afectados. El virus se expande por varias naciones y los muertos comienzan a ser mencionados por las autoridades respectivas, en los medios internacionales.
Se atraviesan elecciones intermedias en las que se renuevan alcaldías y diputados. Continúa la crisis económica en el mundo y los casos de infectados han dejado atrás la caída de las bolsas.
Los más incrédulos e ignorantes dicen que el Gobierno “exagera”. A muchos ya les dio el síndrome del hipocondríaco. Otros no hacen caso a ni fu ni fa. Los más siguen las recomendaciones… el miedo está desatado.
A lo que no se debe de llegar es al pánico, pero ¿cómo evitarlo? si la Organización Mundial de la Salud decretó ya el nivel o fase 5 de alarma epidemiológica a nivel mundial y los mexicanos somos extremadamente alarmistas.
Aunque el gobierno ha garantizado la seguridad médica de los cerca de 120 millones de mexicanos, es preocupante lo que vivimos, pues la OMS establece seis fases ante una posible pandemia.
Tercera escena: La cancelación de clases en el país afecta a más de 33 millones 335 mil 758 alumnos de todos los niveles educativos. Y con los educandos también resultan afectados millones de maestros e intendentes.
Lo que a los alumnos se les puede enseñar ahora que regresen a clase es un poco de la historia que ha sufrido México en torno a las epidemias. Una de ellas la muestra muy clara en su columna “Juegos de Poder”, el periodista Leo Zuckermann, refiriendo el magnífico libro “Armas, gérmenes y acero”, de Jared Diamond, toca el tema de la influenza porcina y la titula: “El efecto de los gérmenes”.
Refiere que: un ejército reducido de españoles sometió al imperio azteca, pueblo guerrero, desarrollado y con una capital esplendorosa como era la Gran Tenochtitlán, con un arma a su favor: los gérmenes. Una epidemia de viruela, por ejemplo, mató al emperador Cuitláhuac. En Ensayo sobre la historia de la población: México y el Caribe, Sherburne Cook y Woodrow Borah calculan “que la población en México disminuyó de 25.2 millones en 1518 a 700 mil personas en 1623”, ¡una caída de 97% de los habitantes originales! ¿La razón? Las grandes epidemias, en particular de viruela, según muestran estudios históricos.
Cuarta escena: Las calles y avenidas siempre con tráfico, los estadios de fútbol con miles de pamboleros, las iglesias con cientos de feligreses, los edificios de gobierno con decenas de servidores públicos, las plazas comerciales atestadas de mujeres bonitas que gastan el dinero de los empresarios adinerados, los cines llenos de parejitas adolescentes, las escuelas con niños gritando en el receso, los parques con abuelitos descansando en las bancas de hierro, los ambulantes toreando a los policías, los supermercados con gente aprovechando las ofertas, los periodistas en las conferencias de prensa, los teatros con espectadores… lucen solitarios, esperando a que pase la contingencia sanitaria, rogando que el virus se muera pronto.
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