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sábado, 26 de septiembre de 2009

Crónica del Lentobús

Mario Hernández | Nacional / Viernes 1 de Julio, 2005

Un pasajero del lentobús, bajó de su microbús en el metro La Raza para tomar el nuevo transporte público, volteó y se dio cuenta que iba excesivamente lleno, “vale madres, me lleva la ...”, dijo en voz alta.

Molesto, arribó el pasillo y antes de formarse en la desorganizada fila de espera, se tropezó con uno de los tubos que se asomaban del piso en los que se instalarán los torniquetes que tragaran el boleto de pago de los pasajeros.

Con la espinilla raspada y sangre que se pego a su pantalón color blanco, espero a que pasaran dos lentobuses con la esperanza de que un tercero se parara en el anden un poco más vacío.

Al ver que la gente desobedecía todas las reglas de seguridad en la estación, asomándose y rebasando la línea amarilla de protección, bajo la mirada y escucho a una niña del brazo de su madre a la cual le preguntaba: ¿Mami, otra vez nos vamos a ir apretadas?.

La madre apenada, le respondió: --Sí hija, pero no te preocupes, hoy es fin de semana y se va más rápido.

Un par de minutos después, el joven de 24 años, dio un paso largo para no caer o quedar atorado en el espacio que hay entre la puerta del lentobús y del anden y así evitar los accidentes como los que han sufrido algunas viejitas. “Más vale prevenir que lamentar”, pensó.

Una vez arriba y tras escuchar el timbre de cierre de puertas que advierte cinco segundos para que entre tanta gente, movió la cabeza en recuerdo de las 350 unidades viejas que fueron sustituidas por 80 autobuses que aunque disminuyen supuestamente 60 por ciento la emisión de contaminantes, estresan ese mismo porcentaje, pero de capitalinos.

Pensó que la mayor parte de los más de 500 millones de pesos invertidos estarían en el momento “bien guardaditos” en el bolsillo de López Obrador.

Al avanzar un par de estaciones, el lentobús parecía no ir a los 23 kilómetros por hora de su velocidad promedio, sino 2.3 km por hora. ¡Ja! Se rió internamente.

Aunque sólo tenía que esperar cinco estaciones para bajar y no viajar las 34 estaciones, como muchos lo hacen, miró en Revolución su reloj y vio que ya era más tarde de lo que hacía antes, así se dio cuenta de que el supuesto recorrido completo de una hora, terminal a terminal, no era más que una farsa.

“El gusano andante transportasardinas”, como lo calificó, continuaba con su lentitud y al parecer rebasaba la capacidad para 160 pasajeros.

Para lo que si sirvió el lentobús, fue para ahuyentar a los vendedores porque “va tan lleno que no caben y no pueden avanzar entre la multitud apretada”, reflexionó luego de ver a un par de payasos en la esquina de Gómez Farias.

Una estación antes de bajar, un par de sujetos arreglaban diferencias a golpes, únicamente porque se disputaban el paso de salida. ¿Me das permiso?, alcanzó a escuchar de uno, sin escuchar respuesta lo codeo y el otro lo ofendió.

Ello provoco que una señora se alterara y llamara a un policía auxiliar, mismo que se los llevo minutos después.

Al voltear a ver la guía de las estaciones, se percato que esta estaba desprendida y arrugada “como puesta al ahí se va”, pero no le dio importancia y preparo su camino para bajar entre toda la gente ensardinada que sudaba de la frente por agarrarse fuerte de los tubos.

Al llegar a la puerta, espero a que el lentobús se estacionara y tras rozar las partes masculinas, las femeninas, últimas en las que sintió un ligero gusto, lamentó y agradeció que había llegado su bajada.

Fuente: Ciudadano anónimo.

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