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sábado, 26 de septiembre de 2009

Nosotros ayudamos primero: barrenderos

Nacional / Lunes 19 de Sep., 2005
“Percibimos el olor a muerte, hedor que nunca se me ha olvidado, peor que el de un animal, muy penetrante e inconfundible”, cuenta José Luis Velásquez Zamoratey, de 43 años, uno de los trabajadores de limpia que auxiliaron en el desastre de 1985.
A él le tocó brindar auxilio en Tlatelolco, en el edificio Nuevo León. Él estaba en el campamento, aún mareado por la sacudida, cuando escuchó gritos de auxilio: “Llegamos a lo que fue el multifamiliar e iniciamos el rescate de una familia que vivía en el tercer piso... rascamos con nuestras manos”. Recordó que a las personas atrapadas entre los escombros se les pasó una manguera para que pudieran “jalar aire y evitar así que murieran asfixiados, pues para ellos era casi imposible respirar”. Un señor llegó desesperado, llorando, suplicando a los barrenderos que rescataran a su familia. Y el milagro se hizo, expresa con orgullo Velásquez: sacamos a un joven “de unos 13 años” que vestía uniforme de secundaria; después a una señorita semidesnuda “porque al parecer se iba a meter a bañar cuando el temblor”, y por último a la mamá “El señor se puso a llorar junto a su familia; fue gratificante verlos” pero no había tiempo para más, cada segundo era vital para salvar vidas. Así les llegó el día siguiente: sacando más muertos que vivos. A sus 23 años en ese entonces, José Luis trabajó en el Hospital General sacando el cascajo. “Vi cómo a los muertos los colocaban en una plancha de hielo; después los lavaban, les echaban un liquido y dejaban pasar a la gente para que reconociera a sus familiares; y en el transcurso de una hora se los llevaban a la fosa común”. Asimismo, Arturo Perea Serrano, peón de camión, platicó que junto con más de 40 compañeros de barrido salvaron a una pareja atrapada entre un bloque del techo y un poste. “Estaban abrazados, y en ese momento y empezamos a jalar y llegó una grúa que enganchó la pared y los sacamos”, expresó. David Flores, chofer de limpia, vio cómo comenzaron a derrumbarse los edificios. “Mucha gente que se bañaba salió semidesnuda corriendo; otras no lo lograron, murieron aplastados por sus casas o estaban heridos y atrapados. Mucha gente lloraba y gritaba. “Los barrenderos salvamos a muchos bebés, muchos jóvenes; y a un buen número de muertos, ahí, en el multifamiliar Juárez”.

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